Las várices se producen por dilatación de las paredes de las venas superficiales. Esto genera la aparición de telangiectásias (arañitas) en un primer estadío, y posteriormente la aparición de venas de mayor calibre, azuladas, llamadas venas reticulares. Con el paso del tiempo y según el mecanismo que las forme, éstas aumentan de diámetro, se ramifican y en estadíos avanzados producen trastornos en la piel, con aparición de manchas marrones en los tobillos, acartonamiento y finalmente úlceras.
Las arañitas históricamente se trataron con inyecciones esclerosantes, y dependiendo de la extensión, la duración del tratamiento varía entre 4 y 12 sesiones en promedio, pudiéndose extender mucho más en pacientes con abundantes venas. Las várices reticulares se resuelven a través de microcirugía. En pacientes con ambas afecciones, la primera indicación es efectuar esta cirugía en quirófano y luego continuar con tratamiento esclerosante.
Muchas veces esta debilidad en la estructura de la pared se trasmite de padres a hijos. En otros casos, algunos factores contribuyen a su desarrollo, como el hecho de trabajar de pie, más aún en ambientes calurosos; el sedentarismo, el uso de anticonceptivos orales, el sobrepeso, los embarazos previos y el consumo de tabaco.
En los primeros estadíos, donde aparecen las arañitas y várices reticulares, estas afecciones son de carácter estético. Si bien no existe una indicación médica de tratarlas, en muchas mujeres tiene una implicancia mayor, a veces invalidante que les impide el uso de polleras o mostrar las piernas durante el verano, evitando lugares públicos como playas o piletas.